09 mayo 2010

De concierto con el Manolo

Resulta que hace unos días el Manolo vio un anuncio en la plaza de que venía a cantar la Pantoja y fue corriendo a comprar dos entradas para darme una sorpresa. Lo que pasa es que mi marido es medio analfabeto y no se fijó en que en realidad se trataba de la Pantoja de Puerto Hurraco, una drag queen extremeña que por lo visto hace furor en las fiestas de los pueblos de su tierra, así que el alcalde la mandó traer para taparnos un poco la boca y que no nos quejemos tanto del paro y las obras en la plaza Mayor.

Pero bueno, a lo hecho pecho, así que me puse guapa con un vestido del Bazar de la Ching-Oh-Na (que fui a comprármelo justo ahí para que se muriera de envidia, la china hija de puta, que más fea y no nace) El Manolo quería ir de traje, pero la última vez que se puso uno fue en la comunión del Jonatán y cuando se lo fue a probar se lo habían comido las polillas. Según se fue a probar la chaqueta se cayó una manga y se deshicieron todas las costuras, y se pilló un rebote de la hostia, porque ese traje le había costado 10.000 pesetas en su época y se supone que le tenían que enterrar con él puesto.

Y nada, p'allá que fuimos. Habían montado un sitio muy coquetón con mesas, velas y toda la pesca, y el/la artista salió al escenario. Llevaba un bigotazo que ni Antonio Tejero, y nos anunció en el micrófono, muy serio, y con los ojos húmedos, que ese era su gesto de apoyo a la Pantoja por el tema ese de que la quieren meter en el trullo, y que no se lo afeitaría hasta que la absolviesen definitiamente. Ahí fue cuando el Manolo comenzó a poner cara de almendras amargas y tuve que pedirle un whisky doble para que se relajara un poco.

-Maruja, ¡esto es una mamarrachada! Yo no he pagado cinco euros pa ver esto.
-Cállate Manolo, ¿y desde cuándo hablas tú tan fino?
- Brrrllll, bwaah, fffshhh- el whisky había comenzado a surtir efecto.

Pues el artista era muy bueno, tenía un vozarrón y le ponía tanto sentimiento que se me pusieron los pelos como escarpias. Aunque me di cuenta de que a medida que iba avanzando el concierto se le iba entendiendo cada vez menos. Talvez tenía algo que ver la copita con un licorcillo verde que tenía al lado y que se agachaba a beber cada X minutos.
Al cabo de 45 minutos más que la Pantoja parecía el Chacarrón y en un momento dado se pegó un resbalón con sus propias babas que no se mató de milagro. Mucha gente comenzó a levantarse e irse enfadada, pero una, que es una señora de los pies a la cabeza, se mantuvo en su sitio hasta el final, pegando patadas al Manolo por debajo de la mesa para que se estuviese quieto y dejase de beber tanto.

A cinco minutos del final del espectáculo, la apoteosis: la Pantoja se acercó al borde del palco, nos miró a los cuatro gatos que quedábamos ahí con profundo agradecimiento y entonces se levantó la falda y nos enseñó la churra toda llena de pelos. Acto seguido hizo una reverencia con tan mala suerte que le pesó más la cabeza que el cuerpo y se fue de morros contra el suelo.

La última visión que tuvimos de la Pantoja de Puerto Hurraco mientras abandonábamos el local fue de tres bigardos del Samur tratando de izarla del suelo mientras nos salubada a lo lejos con un diente partido y la boca llena de sangre.

¡Un show, hoyga!

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