¡Marujita pupa!

¡Ayyy, qué doloría estoy...! Hijos míos, os escribo tecleando con la mano derecha solamente pues será un milagro si durante las siguientes horas no me tienen que amputar el brazo izquierdo (qué dura es la vida, primero Cervantes y ahora yo...) Resulta que esta tarde Marujita salió toda pizpireta a dar una vuelta por las calles de Marujitown y estrenar sus preciosas bailarinas de charol nuevas. Pasando por una calle estrechita, resulta que había obras, y Marujita, que desde siempre ha sentido un pánico visceral a las grúas, decidió bajarse en una esquina y cambiar de acera, justo por la rampa de acceso para minusválidos. Un piececillo por delante, ahora el otro (como Chiquito d la Calzada) y de repente...¡prrrasssssss! Las suelas de las bailarinas obedecieron a las leyes de la física sobre la resistencia y el deslizamiento y ¡cataplof!: el culito sexy de Marujita en el suelo. Y sus sensuales manos, que intentaron frenar la caída, también. Sí, hijos míos, Marujita se cayó cual conexión a Internet de algún país centroafricano. ¡Qué-ver-güen-za! Menos mal que no había paparazzis por ahí, pero me vieron todos los obreros. Permanecí unos segundos en el suelo con la esperanza de que viniera algún hermoso caballero en mi rescate, pero cuando vi por el rabillo del ojo que se me acercaba un obrero barrigón, con pintas de llamarse Manolo y clavadito al feo de los Calatrava, me levanté por mis propios medios.
-¡Hay que andar con cuidao...!- oí por ahí.
-¡Y hay que hacer las aceras mejor, cojones!-solté y me fui, ¡hombreya!

Mi orgullo ha sido tocado y hundido, hijos míos, y ahora sólo me quedan mi dignidad y este brazo que duele horrores.

P.d.: Por cierto, lo de la amputación ha sido una vacilada. Por si acaso, que ya tenemos una manka en la blogosfera y se llama Pichi Pero el dolor duele, ¿eh?